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Historia de las calles del Cusco (2da Parte)

Historia de las calles del Cusco

( 2da Parte )

En la primera parte vimos cinco de algunas de las tantas calles tan particulares no solo en su nombre, sino también en su historia, ahora veremos cinco calles más sobre este tema tan interesante…

Calle Purgatorio

Denominada así a la calle ubicada entre la Cuesta del Almirante y la Calle Huaynapata, esta calle fue llamada así debido a los artificios practicado por un alcabalero de apellido Colmenares que posteriormente debido a sus malas mañas seria destituido de su cargo por un Cabildo cuzqueño; se cuenta que para obtener dinero sin la necesidad de trabajar, explotaba la fe, el miedo y la piedad de los transeúntes para reunir “limosnas”.

Esta historia empieza en la casa ubicada entre la calle Purgatorio y Huaynapata donde vivía una anciana que siempre paraba en riñas con los demás vecinos por su forma de ser (cascarrabias, camorrista y difamadora) y que tras su muerte, empezó a correr el rumor que el alma de esta anciana aun vagaba por las calles penando. Este rumor empezó a tomar fuerza, pues existían vecinos que aseguraban oír golpes en sus puertas a medianoche y escuchaban una voz extraña y dolorida que clamaba perdón y que ponía los nervios de punta a las personas que tenían la desdicha de escuchar sus lamentos pues helaba su sangre en las venas.

Aprovechando estos sucesos, Colmenares que curiosamente era hijo de la anciana difunta y alcabalero del barrio, se vestía con una túnica negra y una máscara que imitaba una calavera que por entonces era símbolo de muerte de penumbra y, sujetando una olla con rellena de trapos en mantecados que ardían, salía después de las nueve de la noche sobre zancos de madera y con una caja en la que decía: “Una limosna para las almas del Purgatorio”. Al toparse con un transeúnte tal era el miedo que sentían que de inmediato echaban monedas en la alcancía. Al ver que resultaba el negocio Almenares posteriormente ya noi se daba la molestia de salir sino que se limitó en adelante a pintar una calavera sobre huesos cruzados en la esquina de su casa, colgando debajo la alcancía para que los asustados vecinos depositaran sus monedas. Fue así como la gente no tardó en llamar “Calle del Purgatorio” a este angosto callejón.

Calle de Suecia

Originalmente llamado por los cusqueños en tiempos del Virreinato como “Calle Sucia”, pues las vendedoras del mercado de la Plaza Mayor con sus respectivos animales de carga (mulas y llamas) que transportaban los productos de pan llevar, hacían de esta calle un inmundo basural, el cual para sobre llevar el problema se realizaban faenas colectivas con el fin de barrerlo y dejarlo limpio sobre todo en la víspera del Corpus o Lunes Santo; y así es como de “Calle Sucia” derivó al impropio y raro nombre de “Calle Suecia” o “Calle de Suecia”, se comenta que este cambio se realizó para ocultar este feo pasado.

Cuesta de la Amargura

Esta ladeada y fatigante cuesta debe su nombre a que por allí los constructores españoles hacían que unos cuantos indios dejen rodar inmensas rocas que se sacaban de la fortaleza de Sacsayhuamán por orden de Francisco Pizarro, para ser empleadas en la construcción de la Catedral del Cuzco. Por otra parte también existían indios que se encargaban de contener las enormes rocas soltadas desde lo alto de esta calle, los cuales sufrían accidentes muy duros, en algunos casos eran fatales y que por tal motivo le habrían puesto a la calle el nombre de “Mucchuicata”, que traducido al español significa “Cuesta de la Amargura”.

Cuenta Ángel Carreño, “las enormes piedras que rodaban por la cuesta eran contenidas a duras penas por decenas de indios armados de tranqueras, quedando muchos de ellos con los pies fracturados, porque los capataces españoles los hacían trabajar a palo y látigo desde la madrugada hasta el anochecer, dándoles un ardite (moneda de muy poco valor que hubo antiguamente en castilla) por las lágrimas y sufrimientos de los que eran sujetos los infelices indios” y es por esa razón tan justa que posteriormente esta cuesta se llamó “Cuesta de la Amargura” por tantos amargos momentos que tuvieron que pasar nuestros predecesores.

Calle Ceniza

Esta calle estuvo sin nombre hasta la aparición de la terrible peste de 1719, la cual causó más de 95 muertes diarias contando solo en la ciudad y así continuo durante casi más de un año sin que nadie pudiera precisar el nombre de la enfermedad (hoy sabemos que fue el cólera y cuyos síntomas eran dolor al vientre y cabeza, delirio y vómito de sangre, acalambramiento en la piernas para al final, morir de disentería).

Se cuenta que una mujer medio “beata” y que vivía en dicha calle aconsejó a los vecinos que pidieran a los sacristanes de los conventos los restos de la quemada de hostias pasadas, palmas del Domingo de Ramos y aceite consagrado en Jueves Santo (cabe recalcar que esta es la mezcla que usaban los curas el miércoles de Ceniza), y que con ella pintaran dos cruces en cada puerta para –según ella- liberarse del contagio de la peste, su consejo fue practicado de inmediato pr todo el vecindario sin dudas puesto que nadie quería que el cólera entre a su hogar, y que gracias a su fe quedó libre de la peste. Además, cuenta la tradición, que a diario solían echar montones de ceniza sobre los charquillos de sangre que por boca y nariz arrojaban los transeúntes apestados y que uno que otro de estos desventurados llegaban hasta caer de bruces y que al final esta práctica dio origen al nombre de esta calle.

Calle Pampa del Castillo

Se comenta que a solicitud del obispo de Cusco Fray Vicente de Valverde, el por entonces conquistador Francisco Pizarro hizo trasladar la horca que se encontraba en la Plaza Mayor a esta pequeña plazuela que equivocadamente es llamada también “Pampa del Castillo” o el nombre que los indios de la colonia de ese entonces le habían puesto “Pampa donde se llora”.

El motivo es que aquí se alzaba la plataforma con la horca, el poste al cual amarraban a los sentenciados a la pena de azotes y también el tronco sobre el cual eran cortadas las cabezas de los condenados a la pena máxima dependiendo de la “gravedad del crimen cometido”. Se narra que al día siguiente de la toma del Cuzco por las tropas de Diego Centeno (conquistador español fiel a la Corona y enemigo de los encomenderos), el verdugo Juan Enríquez cortó en este sitio la cabeza del capitán Martín de Robles, y al día siguiente degollaría por orden de Centeno, al compadre de este, un tal Francisco de Almendras. Cabe mencionar que el último ahorcado en este lugar fue Francisco Chávez, quien robaba a los ricos para socorrer a los pobres.

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